18 ago 2012

Viaje a Roma

En este post pretendo recoger lo que vi en mi viaje a Roma de 5 días. Ese es el espacio de tiempo adecuado para ver la ciudad, sin prisa pero sin pausa y sin dejarte nada importante. También voy a ir dejando mi opinión de cada sitio, con consejillos que os harán más fácil el viaje en caso de que quisierais ir.
Aunque ya había ido hace tres años, en este viaje he redescubierto la ciudad por completo.

ANTES DE SALIR

Recomiendo reservar desde casa la entrada a los Museos Vaticanos por solo 4 euros más, ya que una vez allí la cola puede ser de varias horas.

Muy interesante también es coger una audioguía (las venden en Internet en http://www.audioguiaroma.com/, y el envío tarda poquísimo) que te explica todos los monumentos y plazas que te puedas imaginar. Cuesta 20 euros pero merece muchísimo la pena si quieres ir más allá de simplemente pasear, y enterarte un poquito de la historia, características y curiosidades de los sitios a los que vayas.

Una vez allí hay que mirar si os merece la pena coger la Roma Pass: por 30 euros tienes transporte gratis, entrada gratis sin hacer cola a los dos primeros museos que vayas y descuentos en los demás, todo durante tres días.¡Y hay muchos sitios que cierran por la tarde! ¡Así que hay que informarse de los horarios de los sitios antes de ir! Si no, te puedes dar con la puerta en las narices varias veces. Por experiencia propia. Ay, juventud inconsciente.


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DÍA 1

Aunque el viaje comenzó con un bonito cacheo policial en el aeropuerto (yo y mi manía de los cinturones con partes metálicas), llegamos a Roma sin mayores contratiempos.
El hotel, Dei Mille se llamaba, estaba situado junto a la estación central de Termini. Sitio muy recomendable, ya que de ahí salen metros y autobuses a todos los puntos de la ciudad. Aunque el hotel en sí era regularcillo (ejem ejempasillos por los que hay que pasar de cantoejem ejem).

Primera parada: Termas de Diocleciano. Aunque tienen un museo que parece ser bueno, no entramos con lo que nos fuimos de allí al poco tiempo. Aun así tiene un jardín agradable.

Subiendo la calle está la Plaza de la República, en la que encontramos la iglesia de Santa María de los Ángeles, de Miguel Ángel. Aunque no aparece en las guías y la fachada exterior no llama la atención, el interior es un espacio grandioso que sorprende.

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La que me sorprendió, y mucho, fue la basílica de Santa María la Mayor. Cuando uno entra a un edificio paleocristiano, se espera algo austero, modesto y primitivo. Pero no es el caso: es mucho más grande de lo que imaginaba, y con ricos mosaicos. Unidos a las columnas jónicas, hicieron que esta iglesia fuera una de las que más me gustaron de Roma.

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Por la tarde fuimos hacia la archiconocida Fontada de Trevi. De camino a la misma nos encontramos las iglesias de Santa Andrea Quirinale de Bernini, y San Carlo alla Quattro Fontane (en italiano, que San Carlos de las Cuatro Fuentes queda menos cool) de Borromini. Aunque esta última estaba cerrada y la tuve que ver otro día (el primer zas en toda la boca del viaje). No deja de ser irónico que los dos arquitectos, enemigos hasta la muerte, tengan iglesias similares a unos metros una de la otra. Cuando la audioguía nos lo dijo, solo yo me reí. Cosas de la frikitectura.

Total, que tuve ocasión de ver la planta croqueta en todo su esplendor y por partida doble. Muy pequeñitas las dos, pero me gustaron (yo soy más de Borromini team pero ahí Bernini tampoco estuvo mal).

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Y llegamos a la Fontana de Trevi, el primer sitio que estaba realmente atestado de gente. A la mayoría de la gente nos suele impresionar lo grande que es. Después de dar codazos para abrirse paso (me sentí cual maruja en las rebajas del Corte Inglés) conseguí tirar al agua dos monedas: una para cumplir un deseo, y otra para volver a Roma.





DÍA 2

Hoy nos fuimos de Italia, aunque no muy lejos: al Vaticano. El chiste era fácil, estaba en el aire, así que no he tenido más remedio que soltarlo.

Los Museos Vaticanos abruman. Del todo. Probablemente una de las colecciones de arte más grandes del mundo, y totalmente imprescindible visitarlo con un guía. Guía humano, me refiero. Cada sala, los techos, las paredes, el suelo, todo es una obra de arte. Las joyas de la corona de los museos son el Apoxiomenos, el Laocoonte y la Escuela de Atenas de Rafael.

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En la Capilla Sixtina ocurrió algo curioso. Normalmente no se pueden hacer fotos, pero hubo un ataque de anarquía en el que todo el mundo sacó la cámara, así que los vigilantes no pudieron ir a por todos y nos dejaron hacerlas. Entre otras joyas aquí encontramos El juicio final y La Creación de Miguel Ángel.

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Llegados a este punto salimos al exterior a la Plaza de San Pedro, con la impresionante columnata barroca de Bernini. Había un punto marcado en el suelo desde el que las cuatro hileras de columnas se alineaban visualmente al ser concéntricas.

La basílica de San Pedro no es menos, y como todo en el Vaticano tiene unas dimensiones colosales. Pero no me quedé mucho tiempo en ella, sabiendo el trágico final que sufrieron Bramante, San Gallo y no sé cuántos más mientras la estaban proyectando.

Después de un cansancio que no os podéis ni imaginar, solo nos quedaron fuerzas para ir al Castillo de San Angelo.

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DÍA 3

Un nuevo amanecer en Roma. Hoy la visita estuvo dedicada sobre todo al "corazón arqueológico" de la ciudad.

En primer lugar, el Palatino. Consejo: aquí hay menos cola que en el Coliseo por lo que conviene comprar las entradas Coliseo+Foro+Palatino aquí. Aunque la explicación de la audioguía estaba bastante bien, y te iba explicando las diferentes estancias de los palacios romanos que había allí, sobre el terreno todo se reducía a apenas unos cuantos restos de muros. Al menos yo no me hice una idea de cómo debieron ser. Un poco de decepción.

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Pero enseguida te repones con uno de los platos fuertes: el Coliseo. Poca presentación necesita: a pesar de que, según parece, está bastante deteriorado por los continuos saqueos que sufrió en la Edad Media, sigue siendo una construcción impresionante en la que todo el esqueleto del graderío queda a la vista. Pegadito a él tenemos el famoso Arco de Constantino, también muy fotogénico.

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Sin movernos mucho, en la plaza Venecia, encontramos el Palacio de Vittorio Emanuelle II. Creo que es el edificio "Calatrava" de Roma. Blanco inmaculado y levantado sobre un monumental podio con escalinata (que me atrevería a decir que ni siquiera nuestro corrupto y modesto amigo arquitecto tendría los cojones de hacer), entorpece cualquier vista de la ciudad desde cualquier punto que no sea él mismo. Por eso, las mejores vistas de la ciudad se logran desde este palacio.

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Para ver la siguiente iglesia hay que apartarse un poquito, tampoco demasiado, pero merece la pena: nos encontraremos a las puertas de Il Gesú de Vignola, una de las iglesias más imitadas de la historia de la arquitectura. Lo más característico de ella es que se trata de un gran espacio único, apenas fragmentado, siguiendo las doctrinas de la Contrarreforma. La decoración barroca es muy rica y deslumbrante: parece que en la bóveda se abren huecos hacia el cielo.

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Para rematar el día hay que acabar en la plaza del Capitolio, de Miguel Ángel. Lo primero que llama la atención es la estatua ecuestre de Marco Aurelio. Si te la han explicado en profundidad también es divertido ir descubriendo los trucos perspectivos que usó M.A. para jugar con la teatralidad: planta trapezoidal, las estatuas de la escalera con tamaño decreciente...

En los Museos Capitolinos también hay un par de obras interesantes, como son la Loba Capitolina, y el martirio de Marsias tras su desafío musical al dios Apolo.

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DÍA 4

Para empezar bien el día, fuimos al lugar más alejado de todos los que visitamos: la iglesia de San Juan de Letrán. Además había huelga de autobuses, y en uno de los pocos que pasaron estuvimos como piojos en costura todo el trayecto (desmayo por insolación lo llaman por ahí también). Se supone que la iglesia es paleocristiana, pero ¡cualquiera lo diría al entrar! Fue totalmente remodelada durante el Barroco, creo recordar que por Borromini. Sí, ese que por no saber no sabía ni suicidarse. Un amor de hombre, pobrecillo.

Al lado se encontraba el Baptisterio, de entrada obligada. Luce más al natural que en las fotos de mis apuntes de Historia del Arte.

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A continuación volvimos al centro para ver los Foros Romanos. Junto a la Columna y el Mercado de Trajano encontramos más hitos como el Arco de Septimio Severo (que ya me dirás en qué leches se diferencia del de Constantino... pues sí, resulta que hay que saber diferenciarlos). Lo que más me impresionó de aquí fueron las reconstrucciones digitales de cómo habría sido el lugar en época romana: increíble.

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Tampoco podíamos perdernos la "turistada" de visitar la Boca della Veritá, en el atrio de Santa María de Cosmedin (que además alberga la cripta de Adriano). Impagable cómo el italiano que vigilaba la cola intentaba ligar con dos japonesas que pasaban totalmente de él. Aunque no se daba por rendido, al final acabó a dos velas. En la misma plaza estaba el templo de Vesta, de planta circular.

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Por la tarde, tras comer en un restaurante que tenía los baños tal que así...

Baño con glamour cerca de la plaza Venecia

...pateamos el centro de la ciudad. La plaza Navona fue una de las más bonitas: asentada en un antiguo circo romano, estaba completamente llena de puestos de artistas callejeros. Podías encontrar desde acuarelas de todos los monumentos de la ciudad a visiones cubistas de Roma muy originales.

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Pero el día no podía acabar sin visitar el Panteón, una de las mejores obras de todos los tiempos y referente intemporal para toda la historia de la arquitectura. Nos hablaron tanto de él en clase que ya estaba salivando mientras nos acercábamos a la Plaza de la Rotonda, que es donde se sitúa.

Por fuera ya ofrece un aspecto impresionante (como diría nuestro querido profesor Burgaleta: acojonante, ¡coño!) que los turistas nos apresuramos a fotografiar. Pero lo valioso, como en tantas otras cosas, está por dentro. Su geometría perfecta hace que a cualquier arquitecto se le caigan las bragas/calzoncillos/tangas/taparrabos: se podría inscribir en su interior una esfera de más de 21 metros de radio. Esto configura una cúpula incluso mayor que la del Vaticano que te envuelve a modo de bóveda celeste y que está culminada por el enorme óculo.

Una pena que las fotografías interiores no logren captar el espacio por completo. Mucho mejor ir allí y verlo in situ (anda, que como no digas otra cosa...).

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DÍA 5

El último día en la Ciudad Eterna fue, no sin lágrimas en los ojos, para la parte norte y a un ritmo más tranquilo porque el cansancio era notable a esas alturas.

La plaza España es el corazón del barrio más caro, con más glamour y clase (ironías de la vida supongo). Desde lo alto de la enorme escalinata se tienen muy buenas vistas de la ciudad. Nos dijeron que la iglesia que la corona, Trinitá dei Monti, carece de interés arquitectónico aunque no del escenográfico.

A poca distancia se encuentra la plaza del Popolo, antigua entrada a la ciudad y de gran importancia en la renovación del trazado urbano que tuvo lugar en el Barroco. De ella sale un tridente de calles que comunica gran parte de los monumentos más importantes de la ciudad, señalados con obeliscos para una mejor orientación visual. Que probablemente esto no os interese un pimiento, pero me lo apredí estupendamente para el examen de Introducción y como es mi blog lo pongo.

En la misma plaza está la iglesia de Santa María del Popolo. Parece un poco anodina por fuera, pero ¡menos mal que entramos! Dentro está... chanchanchaaaaan... la Crucifixión de San Pedro, pintada por Caravaggio. No se podía fotografiar, pero no me podía ir de rositas así que cuando el vigilante fue al baño a masturbarse le hice una foto (al cuadro, se sobreentiende). ¿Acaso alguien va a leer hasta aquí? No lo creo, así que cochinadas las que quiera.

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Lo último que vi en esta maravillosa ciudad fue el Ara Pacis. Está en un museo para él solito, que por cierto es el único edificio moderno que vi (de Meier, así que mucho ojito con meterse con él). Es mucho más grande de lo que me imaginaba, y como curiosidad parece que era lugar de encuentro de estudiantes de Arquitectura y Bellas Artes, porque había un montón de jovenzuelos dibujando como locos en sus Moleskines. La tienda de recuerdos también era interesante: muchos buenos libros, aunque de vez en cuando se les colaba algún garbanzo negro...



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Conclusión

Roma no puede ser más recomendable. Es cierto que tiene algunas cosas mejorables (el metro es malo, hay mucha gente en todos sitios..) pero se compensa con creces con la cantidad enorme de edificios, monumentos y plazas de belleza extraordinaria. Un museo al aire libre, en definitiva. Hay que decir también que no es demasiado cara: a bastantes sitios se entra gratis y hay muchísimas fuentes de agua potable (no como en Barcelona, ejem ejem) donde reponerte del abrasador calor veraniego.
De los italianos poco tengo que decir: "metrosexuales" pero bordes y maleducados. Por ejemplo, un día caminando por la calle uno nos dio un folleto de un restaurante para que fuéramos a comer. Le dijimos que no, y se pilló tal cabreo que nos lo quitó de las manos y se puso a gritar diciendo (creo) que nos fuéramos inmediatamente.

Si no habéis ido, tenéis que hacerlo. Estudies lo que estudies, te guste lo que te guste, seas como seas, te va a encantar.



¡Gracias mil por aguantar semejante ladrillo! ¡Nos volveremos a ver tan pronto como pueda!